14 ene 2008

Los besos ciegan



Se mordió los labios hasta que le sangraron los silencios
. Sus dientes se tiñeron del color de la sangre herida a traición y la lengua confusa intentaba resucitar ante el crimen que había presenciado. Acababa de plantarle el último beso y ahora intentaba buscar la esencia de su saliva entre los labios pálidos y delgados y mentirosos. Pero sólo nacía sangre. Y saboreándola, recuerda cómo ella se masturbaba al contemplar el color de la vida ajena. Mañana, las grietas le recordarían que por un momento aparentemente indefinido la tuvo dentro de él y no sabía cómo actuar. Y pasado mañana el picor le traería a su memoria la inocencia de quien besa por primera vez a una princesa de boca prostituta. Y para su desesperación definitiva, tres días más tarde las cicatrices le recordarían que su dulce, tierna, suave, fría y muerta piel había rozado sus labios y no al revés, como creyó en un primer contacto.

Más tarde (quién sabe cuándo), las mariposas chocarán con sus alas contra los párpados bañados en pálida nieve y las pestañas congeladas a modo de estalactitas quebrarán hasta clavarse en sus pies cojos de caminos verdaderos. Así, no podrá abrir los ojos hasta que la nieve se derrita con las ansiadas primeras horas de sol primaveral. Y en abril, la lluvia de rayos solares le cegará ante la ausencia de pestañas. Estará eternamente condenado a no ver.
A no ver que el cielo negro se cae cuando los pájaros emprenden su vuelo migratorio. A no ver que el ojo del mundo arde bajo los dardos de un ejército de lágrimas en una misión humanitaria sin sentido. A no ver que las hojas llueven de los árboles en otoño y pasos indiscretos las matan, las asesinan contra el suelo creando la melancolía sonora. A no ver como los esqueletos despiertan cada noche de luna llena para bailar el vals de la vida con la música de sus huesos carcomidos por gusanos de tumba barata y atea.





6 ene 2008

Están asesinando tus sueños



Audio: La televisión no lo filma, 713avo amor

Video: Ilegal, Pedro Jiménez

5 ene 2008

Choiva

La lluvia navega por el cielo sin miedo, sin ganas, sin fuerza, hasta morir en silencio entre las viejas piedras de esta ciudad enamorada. Sus afiladas y finas lanzas atraviesan las paredes recubiertas de gélido musgo donde habitan pequeños sueños jamás contados. La gente camina ciega y sin sentido por pequeñas calles que no habían conocido antes, mientras un vagabundo sin vida grita que "La lluvia transforma a los amigos y oscurece aún más las sombras de los enemigos". Sus palabras salen disparadas con violencia de su boca pero su sangre no viaja por las venas heridas de su cuerpo lastimado. A su lado, un perro exiliado se arrastra por las alcantarillas buscando la luz de una farola extranjera , pero no la encuentra, pues en esta ciudad no hay extranjeros ni nacionales; todos somos.

Las luces nacaradas de las estrellas se reflejan en los charcos formados sobre el asfalto, no por la lluvia, sino por las lágrimas sucias de dolor negra. Y la lluvia sigue cayendo en cascada por el aire de diciembre. Entre nosotros te diré que, si las nubes continúan castigándonos un poco más, nadie será capaz de secar la ciudad. Sus habitantes  se verán obligados a huir, mientras que una minoría permaneceremos hasta el final de su injusta ejecución en un intento de suicidio voluntario, pero no colectivo, pues aunque compartimos nuestro amor por la ciudad, somos individuos melancólicos, tediosos y egocéntricos.
Sobre todo egocéntricos... Sobre todo melancólicos.