30 sept 2007

Poeta de calle sucia

Empezó a vomitar versos cuando su profesor de música, con envidia respetable, le escupió al corazón que conjugaba los verbos igual que un poeta intentando derribar un muro de sentimientos, sabiendo que más tarde levantará a golpe de latidos un cielo de palabras. Entonces comprendió que odiaría la música y que gastaría los segundos de una vida llena de vacío pidiendo descafeinados en los cafés de su ciudad adoptiva.
Ahora, en uno de esos cafés, mojaba servilletas estampadas en graciasporsuvisita de poemas sin palabras que olvidaba bajo las patas de la mesa de la esquina con la esperanza de que una mujer coqueta descubriera sus confesiones despiadadas (sus verdades de vida) en el momento en que se ofrecía sugerentemente y con disimulo fingido, durante las noches otoñales de tráfico invernal, a un vagabundo de escaleras desordenadas que dirigen (da igual si subes o bajas) a las puertas de unas embestidas sin fuerza ni calor; sin pasión y sin amor.


Observaba a través del cristal, manchado de huellas de frentes melancólicas apoyadas en su desesperación, los pasos de la lluvia ahogándose en los charcos de esperanzas de una calzada de pies desnudos. Se acercó hasta la máquina de tabaco mientras su mano buscaba a ciegas las dos monedas que siempre viajaban en su bolsillo. Sin resultado, tuvo que conformarse con inspirar gustosa y violentamente (como buscando provocar el cáncer en su lengua, o en sus pulmones, o en su laringe...) el humo de un cigarro aprovechando las colillas que el anterior cliente había abandonado en un cenicero incendiado, al lado de una cajetilla extranjera que rezaba "tuer fais mal" en un intento de los cigarros ya desaparecidos de autocompadecerse ante su corta vida.


Luego se dirigirá, como todos los días, al lavabo con la idea de mojar su cara en el espejo y despejar las legañas de sus ojos dormidos. Antes de volver a su pequeña mesa, descubrirá en la madera de la puerta un grito de borracho despiadado. Viva el amohor. Al lado, un llanto de adolescente soñador. It's not how far you fall, it's the way you land. Leyendo esas líneas, las (son)risas del local se confundirán con el silencio de la soledad en su cabeza, mostrándole los dientes dorados de imitación falsa de sus dueños (creyéndose amigos cuando en realidad están solos) que le recuerdan la luz naranja infierno de las farolas filtrándose en las ranuras de la persiana, vigilando su norespirar en las noches de pesadillas frías.


Al volver, coincidirá con la camarera (su mujer cielín) de ojos siameses y cabellos sonrojados que le habría servido su taza dedicándole un rasguiño. Antes de beber, hará caer sus lágrimas en el líquido para contrarrestar el efecto del azúcar rancio y la leche cortada. Aun así, buscara a ciegas las dos monedas que siempre viajaban en su bolsillo. Sin resultado, la mujer cielín tendrá que conformarse con una mirada tímida de poeta en paro.


Con sus venas inundadas de cafeína, hará un pacto con la luna para prolongar la noche en un prostíbulo. Sus labios se bañarán en carmín sucio y sus manos dibujarán la lujuria con leves pinceladas de arrepentimiento en un cuerpo dispuesto a soportar náuseas con tal de disfrutar del dinero. Y sin tiempo para averiguar el sobrenombre de la última musa de su entrepierna, se abalanzará sobre una nueva calzada (ésta con zapatos de tacón) antes de pararse ante un saxofonista de calle enferma. Su mano buscará a ciegas las dos monedas que siempre viajaban en su bolsillo. Sin resultado, se marchará presentándole aún más motivos al bluesman para continuar su triste resentimiento melodioso.


Y con las primeras gotas del sol llegará a casa entre lengüetazos de alcohol. Y tropezarán sus pies por el largo pasillo sin luz. Y sus brazos buscarán el calor de unas paredes desvestidas mientras se repite a modo de tantra que las paredes hablan más que los hombres pero escuchan menos que las piedras, cuando todo el mundo sabe que es al revés. Y encima de su cama sin hacer, descubrirá las dos monedas que su mano buscó a ciegas en el bolsillo. Y, entre ellas, el reflejo de su ausencia... el recuerdo de su huida.


Pero de momento está en la mesa de la esquina, escribiendo líneas para una mujer provocadora de falda corta y piernas bonitas que jamás conocerá.


Tidal waves don't beg forgivness
crash,then on their way
Father, he enjoyed collisions
Others walked away
The snow flake falls falls in May
(Man of the hour - Pearl Jam)